lunes, 20 de septiembre de 2010

Rústica.

Así fue como llegó la hora. No era en absoluto la forma esperada. Quiero decir, nadie espera llegar a vivir nunca la sensación de ahogarse en su sangre. Pero es lo que te toca cuando eres un hijo de puta demasiado curioso.
Es lo que me toca.

Nunca nos basta, nunca es suficiente. Siempre esperamos llegar a la línea. Pero nadie ve esa jodida línea hasta que la ha cruzado. ¿Así se supone que tiene que ser? ¿Todo el día jodiéndonos entre todos?

Ahora no sirve de nada pensarlo.
Ahora, no.

No me queda tabaco.

Y así como un día cogiera y levantase la más límpida bandera de libertad, hoy la sangrienta máquina mundo mastica mi pulpa; huesos, vísceras y heces que habrán de ser el abono de parásitos mayores que yo.
Que haberlos, habrá.