Abran mi hueso, y cuando fluya rojo como desespero,
de un muerdo profundo y lloren mi llanto.
Si me dieran un abrazo cada vez que lo necesito,
sería un dibujo animado, o tal vez dos, pero nunca yo mismo.
Por eso soy real.
Porque soy feo, porque sufro, porque lloro, porque huelo mal,
y por supuesto y sobre todo, porque no quiero serlo.
Pero, ¿quién soy yo para opinar?
Pasa una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez,
pasa,
y lo ves pasar.
¿Pero puedes decir que el quejido profano que alzas en las ruinas de tu Templo surge de ti?
¿Puedes?
¿Puedes?
¿Puedes?
Del rojo manar crecen flores,
y son tan bellas,
que el blanco y el verde forjan capilares débiles.
Olvidas.
Olvidas lágrimas. Olvidas llantos. Olvidas pesares. Olvidas besos. Olvidas abrazos. Olvidas caricias.
Olvidas.
Y al final no queda nada de ti.
El polvo gris y sucio se hace uno con la nieve del televisor.
Rayas erráticas llenas de mensajes ocultos, atados a tu alma.
La culpa es nuestra
Nosotros la hicimos.