Veo a mi abuela,
morir lentamente,
ante mis ojos,
y su apagarse, aun siendo necesario,
no me resulta grácil ni hermoso.
Yo mismo me apago,
más deprisa, pero
más tarde,
con un pie en la vida,
otro en la eutanasia precoz,
y otro en la estupidez.
Y eso, me molesta menos.
Porque vivir,
es contingente,
pero morirse,
es necesario.
Todo muere.
Puede no llegar nunca a estar vivo,
pero muere;
puede no nacer,
pero muere;
no llegar a ser concebido,
y morir.
Puedo ser una piedra o un trozo de concha,
muy pequeño,
en la arena de la playa,
o una pesadilla
que nunca llegaste a tener.
Pequeño, pequeñísimo.
Puedes creer que viviste,
y ser sólo cromo.
Pero si de cualquiera de las formas posibles
llego a vivir,
a nacer,
a ser concebido,
a ser la ola que rompe,
el sueño húmedo con tu mito
o
la escultura de bronce,
moriré
y Perderé
en todos ellos.
Y no me molesta,
porque es así.
Y no me molesta,
porque es justo.
Pero que no se atreva la putera vida
a quitarme a mi abuela. O la tenemos.
Que para alguien que llega tarde siempre,
está bien saber que sólo se llega pronto a la muerte.
martes, 15 de noviembre de 2016
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