jueves, 22 de octubre de 2009

Horas Muertas, II

El sol se encorvó antes de caer sobre su lecho.
Ocultos en sus propios nidos, todos los habitantes del pueblo vestían sus peores galas.
Caminan ocultos. Todos saben que son todo. Todos se saben manchados.
Pero cuando el sol salga, todos se sonreirán en la iglesia, “inmculados”.

La danza vieja empieza como dicta la tradición, y el habitual desenfreno, lanza sus ropas al vuelo.
Ebrios de libertad, frotan sus cuerpos con el aire nocturno.
Vibran, tiemblan, saltan. Sus rostros tapados, pero saben que son todos. Todos se saben manchados.
Hasta que sus cuerpos sudan. Hasta que corrió la sanguis.

A la luna llena, salieron a bailar alrededor del carnero.
A la luna llena, salieron, y no volvieron.

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