Vuela en círculos concéntricos sobre él,
y en cuanto se abre mi cráneo,
aterriza dejando su semilla impía.
Negra mariposa,
aletea arrasando campos y ciudades,
Malvada e ignorante,
no deja un solo mañana.
Entonces estalla,
y el frágil vídreo de mis huesos,
se astilla y me perfora.
Mi cabeza se abre al sol,
brillante estrella de vídreo calcinado,
irradiada por la ira de Dios:
negra corona de afilado azabache
que infecta mi corriente sanguíneo.
Me rompo y caigo.
Y me rompo y caigo.
Y me rompo...
Al final queda de mi una papilla balbuceante,
puré de sangre y sesos,
cargado de mil y una esquirlas de culpa,
una por reproche.
Y siempre, siempre,
lo ve venir,
y siempre, es tarde.
lunes, 11 de julio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario